Fabbri: el oficio de descifrar la imagen


Da: Néstor Tirri, La Nación, 17/04/2016.


El célebre semiólogo italiano llega esta semana al país; analizará el futurismo y rendirá homenaje a Umberto Eco

Sherlock Holmes era un semiólogo avant la lettre (así como, al revés, el semiólogo de hoy alberga a un secreto detective). Su elocuente reflexión, deslizada en la segunda de las novelas que protagonizó, El signo de los cuatro (“¡Qué misterioso enigma es el hombre!”), es el epígrafe que eligió Paolo Fabbri para encabezar su prólogo a un ensayo de Michele Cogo (Fenomenologia di Umberto Eco, Baskerville, 2010), una introducción al célebre académico y escritor recientemente desaparecido, a quien lo unió una infrecuente afinidad intelectual. Se la robamos para encabezar, también, este somero trayecto por la propia aventura de Fabbri en pos de los enigmas del hombre y su producción de significados, muchos de ellos a través de la imagen.
A algo de eso apuntará este destacado investigador cuando, en su nueva visita a la Argentina, a partir de mañana, aborde aspectos del futurismo en un ciclo de conferencias en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y el Instituto Italiano de Cultura. En una comunicación mantenida al momento de su partida de Roma, el semiólogo explica que su disciplina atiende al sentido antropológico de las artes, no al estético, y que no se plantea la pregunta ontológica “qué es el arte contemporáneo”, sino “cuándo lo es”. “Explora, pues, el modo a través del cual el arte conserva o bien innova el sentido y, sobre todo, su capacidad de suscitar interpretaciones nuevas e imprevisibles”, dice.
Del futurismo italiano asegura que fue la primera vanguardia artística internacional, que convocó a todas las artes (de la literatura al teatro, pasando por la plástica y la música). Pero, sobre todo, Fabbri piensa que intentó una reconstrucción moderna de todas las formas de vida: la máquina y la velocidad, la moda e incluso la cocina. Sin el futurismo, según él, no se conciben experiencias de posguerra, como la poesía visual y ciertos estilos del diseño y la arquitectura.
¿Dónde rastrear los orígenes de este intelectual, una de las figuras del pensamiento vivo europeo más reconocidas? En un artículo publicado hace quince años en La Stampa, el estudioso Stefano Bartezzaghi recordaba un inusual paralelismo académico que, hacia 1980, se verificaba en un instituto de Bolonia. El corredor principal concluía en dos aulas, la A y la C, donde se daban seminarios de semiótica que parecían reflejar emblemáticamente las parejas de conceptos que por entonces pautaban esa disciplina: langue/parole, significante/significado, paradigma/sintagma. A la izquierda (en el aula A) enseñaba Umberto Eco, quien acababa de publicar El nombre de la rosa: la suya era una semiótica que recuperaba el rapport de ésta con la tradición filosófica.
En el aula C (a la derecha), en cambio, tallaba Paolo Fabbri, quien por entonces no había publicado ningún libro aún y adhería a una semiótica distinta, más atenta a la inmediatez de las imágenes (la “práctica”). Sin embargo, uno y otro solían intercambiar roles; así, Eco discurría sobre lo específico de la cultura de masas, mientras que Fabbri podía navegar en aguas más teóricas.
Los unía una amistad de años; el mayor (Eco) ya le había otorgado al más joven una dimensión ficcional, al convertirlo en uno de los personajes de El nombre de la rosa: el bibliotecario Paolo da Rimini, nombre que indicaba la geografía originaria de ese joven semiólogo llamado -también- Paolo.
Ya de vuelta de sus intervenciones académicas y sus ensayos, aquel “joven semiólogo” confía hoy a La Nacion que cierta leyenda que se contaba en la Bolonia de entonces era veraz: antes de formalizarse en una novela, El nombre de la rosa había sido una suerte de juego intelectual que circulaba entre amigos. “En efecto -ratifica Fabbri-, dejó de ser un divertissement ?glocal’ para convertirse en ?global’; reconocían a un tipo como yo en el personaje creador de la laberíntica biblioteca, ese Abbas Agraphicum, discípulo de otro personaje, Algirdas du Cluny. En éste, los semiólogos reconocen al célebre franco-lituano Algirdas J. Greimas, inventor del cuadrado semiótico y por eso llamado en la novela Doctor Quadratus.”

Pasión por Fellini

Fabbri, pues, venía de Rímini, la misma ciudad de la que provenía un ícono del cine que ya gozaba de proyección internacional: Federico Fellini. Sólo que, cuando Fabbri nació, en abril de 1939 (hoy cumple 77 años), ya hacía un mes que Fellini había abandonado Rímini para instalarse para siempre en Roma y convertirla en sagrario de buena parte de su imaginería. Muchos años después su coterráneo Fabbri dedicaría lúcidas interpretaciones a la alucinada iconografía del cineasta (los ensayos de Fellinerie, 2011).Y, además, dirigiría en esa ciudad la Fondazione Fellini, hoy cerrada.
Fabbri ya había transitado en París por las aulas de Barthes, Goldmann y Greimas cuando Eco modeló sobre su figura el Paolo de ficción; con el real tenía en común, además, un rasgo de carácter. Tal como cuenta ahora Fabbri, lo llamaban “Abbas Agraphicum” porque, aunque era un ávido lector, algo le impedía escribir. Algo había: Fabbri se volcaba más a la oralidad; con sus seminarios y sus charlas, a lo largo de más de cuatro décadas, ha recorrido incontables universidades del mundo, de París a Bucarest, de Nueva York a Venecia, de Barcelona a México, de Lubiana a Buenos Aires.
A esta última regresa ahora con el futurismo en carpeta, pero también para rendir un homenaje a Umberto Eco. Sus reiterados aterrizajes, desde principios de la década de 1990, lo han convertido en uno de esos amigos de quienes uno se siente o pretende ser, con admiración, una suerte de discípulo: alrededor de seis veces ha estado entre nosotros. De ésas, la última (2012) consistió en presidir un congreso de semiología; en esa ocasión, además, presentó en el Instituto Italiano de Cultura un e-book comentado por él, el Libro de los sueños de Fellini.
A propósito de Fellini, en un reciente trabajo suyo, “Dante ed Orfeo, l’aldilà di Fellini e di Buzzati”, establece afinidades entre el autor de El desierto de los tártaros y el cineasta de 8 ½. Lo cual, por lo demás, revela que quedan aspectos de Fellini todavía sin explorar. “Ciertamente -apunta Fabbri-. Federico se presentaba a los interlocutores como un tipo ignorante o desinformado, cuando en realidad sus colaboradores fueron grandes artistas y escritores.”
Pero ¿en qué residía el vínculo que había entre Fellini y esa suerte de Kafka italiano que fue Buzzati? Se estableció en ocasión de un proyecto de Fellini que fracasó: el film El viaje de Mastorna, inspirado en un cuento de Buzzati, con quien reescribió varias veces el guión. “Buzzati se dio cuenta de que Fellini no haría jamás ese film -explica Fabbri-, y entonces él, que tenía vocación por la pintura, dibujó el ?Poema a fumetti’ (?Poema en historieta’), que resultó un graphic story acerca de un viaje órfico al más allá. Lo que vinculaba estrechamente al escritor con el cineasta, además de la compartida pasión por la magia y el misterio, era un estilo ?surreal’, no bien visto por las estéticas de entonces, que conservaban algún resabio del neorrealismo.”
Al margen de éste y de otros ensayos sobre Fellini, las publicaciones de Fabbri no admiten enumeraciones fáciles; si bien no registra tantos volúmenes de ensayos unidisciplinarios, basta consultar la interminable lista de títulos consignados en su página oficial en la web para advertir que sus artículos y opúsculos cubren un espectro inagotable. Su fuerte, sin embargo, parecería seguir siendo la oralidad.
En ese sentido, se lo podrá escuchar en un homenaje al maestro de Bolonia. En la mencionada publicación compartida con Michele Cogo se rastrean los orígenes de ese gigante de la cultura contemporánea, esto es, el momento en que se convierte en “mito intelectual”. “Además del mapa mundial de sus cuarenta y dos honoris causa, reconstruimos un periplo titulado ?Eco proquo‘, donde analizamos los pasos iniciales de ese inmenso talento. En Eco, toda dificultad se convertía siempre en éxito, y por eso le gustaba la palabra serendipità [del inglés, serendipity], la sorpresa de encontrar una señal allí donde estaba buscando otra”, corrobora.
Y, más allá de su sutil e inefable oficio de descifrar la imagen a través del discurso oral, sería imperdonable omitir en este intelectual el vapuleado pero insoslayable “factor carisma”, porque -definitivamente- la presencia y el gesto de Paolo Fabbri sobre un escenario o una tarima provoca, siempre, una adhesión irresistible.

Agenda

-Conferencias: “La reconstrucción futurista del universo”. Lunes 18, martes 19 y miércoles 20 a las 19 en la Universidad Nacional de las Artes (Bartolomé Mitre 1869, 3° piso)
-Homenaje a Umberto Eco. Miércoles 20 a las 18.30 en el Instituto Italiano de Cultura (M. T. de Alvear 1119)

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