Felicidad egoísta


Da: Margaret Rose Grigsby, El Financiero, Costa Rica, 14 de agosto de 2013.
http://www.elfinancierocr.com/blogs/coaching_e_innovacion/Felicidad-egoista_7_354634534.html


HAY QUIEN ADSCRIBE A LA FELICIDAD UNA CUOTA DE CRUELDAD GENERADA POR EL EGOÍSMO.

Hay una peligrosa tendencia en el mundo moderno a relegar al mundo exterior la responsabilidad de traer felicidad. Tal vez es cierto aquello de una pena compartida es media pena y una alegría compartida es multiplicada, pero lo cierto es que la alegría es un sentimiento profundamente individual, parte de dentro del individuo.

Hay un egoísmo y una crueldad de la felicidad. Nadie es más cruel que alguien que se siente feliz, porque no le importa nada de los demás” dijo en una conferencia Paolo Fabbri, catedrático de Semiótica del Arte de la Universidad de Bolonia, colaborador de Umberto Eco -en El nombre de la rosa Fabbri es retratado como Paolo de Rimini, abax agraphicus– acorde a un interesante artículo en el Diario La Nación de Argentina sobre el análisis que Fabbri realizó de la película clásica “8 ½” de Federico Fellini.
Pienso que Fabbri tiene razón en relación a aquellos estados ocasionales extáticamente felices. Ello puede ser desde algo tan fugaz como ganar un premio a algo tan trascendental como el nacimiento de un hijo, pasando por diversidad de dichos momentos o períodos. Tal vez podrían denominarse momentos de triunfo que traen una satisfacción muy personal, independiente de si es afectivo, económico, profesional, deportivo, nacionalista, etc. Creo que en esos momentos -individual o colectivamente- nos olvidamos un poco del mundo, perdemos un poco de empatía con los demás, si bien nuestra alegría también puede ser contagiosa.
Sin embargo pienso que hay una felicidad que es del día a día, una felicidad que nace de dentro y se traduce en armonía y paz, por ende también se traduce en comprensión de los demás y empatía, además de la capacidad de comunicar y propagar bienestar. En ese mismo artículos se cita al catedrático “Fabbri llegó a la conclusión de que el protagonista de la película finalmente encuentra la felicidad “aceptando el mundo y la vida como son, sin ideologías, sin religión, sin utopía. Esto, que para la época era revulsivo, porque lo que se pedía era fe, religiosa y política, para mí es conmovedor”.

Buscamos la felicidad pero sin saber dónde, como los borrachos que buscan su casa, sabiendo que tienen una
Voltaire

Una actitud muy peligroso de esta época es el de darle al mundo externo la obligación de brindarnos felicidad. ¡Nada mas lejano de la realidad! Está claro que si el ambiente (personas que nos rodean, lugar, condiciones de salud y bienestar, etc) “aporta” puede ser todo mas fácil. Nadie ni nada es responsable de traernos felicidad: ni la pareja, amigos, padres, hijos, religión, ni mucho menos el dinero, la belleza o el lugar de trabajo. La felicidad, al igual que la tristeza, emanan de dentro. Cada uno de nosotros es responsable de su propia felicidad (claro está no estoy hablando de personas con problemas psicológicos y depresiones profundas) compartiendo con los demás, pero no haciendo que ellos sean los guardianes de nuestra felicidad. Creo también, que el egoísmo es gran causante de la infelicidad, el “yo, mi, me, conmigo” no trae mas que un aislamiento enorme del mundo y de la realidad acompañado de un vacío profundo. Es un filtro oscuro que no permite derivar alegrías profundas, solo fugaces y posiblemente, externas. Con ello quiero decir que cuando vivimos y acompañamos las alegrías y las tristezas de los demás, al igual que ellos acompañan las nuestras, pienso que somos seres mucho mas completos y posiblemente mucho mas felices. Personalmente, no creo aquello del proverbio sueco de una pena compartida es media pena, pero ciertamente la alegría compartida, vale exponencialmente por mas.

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