Identidades colectivas


Da: deSignis, Populismo(s). Intersecciones en las Ciencias Sociales, Federación Latinoamericana de Semiótica, n. 31, julio-diciembre 2019.
Traducción del original italiano por María Noel Do (UNR, RA).


1.

La reflexión sobre la identidad, de la que se destaca hoy la indecisión y la crisis, se ha concentrado mayormente sobre el Yo, sobre la instancia individual de la enunciación y sus diversas figuras (Descombes). Una singularidad personal – el Yo y el ME acusativo – que ha debido siempre confrontarse con reagrupamientos más amplios y de diversa entidad, a la cual el individuo puede conectarse o someterse , fusionarse o librarse.

Las identidades colectivas al contrario, se enuncian en la primera persona del plural: nosotros, una multiplicidad internamente articulada que va del dispositivo a-céntrico (las “mutaciones” de Deleuze, Guattari), hasta las jerarquías más rígidas y complejas (las castas de Dumont). Pero el Nosotros no es sólo la multiplicación, la difusión de la singularidad concentrada del Yo (Benveniste). Mientras se afirma, reflexivamente como colectividad y comunidad, la instancia del Nosotros se define siempre, transitivamente, respecto a un Vosotros y a un Ellos. Es un vínculo colectivo de enunciación (Deleuze, Guattari).

“Palabras fundamentales” según M. Buber, para quien la subjetividad es un pronombre, la responsabilidad precede a la intencionalidad y la sociedad es un evento primario del Ser (Levinas).Un ejemplo: tratemos de conjugar el verbo /creer/: “Nosotros creemos”, es afirmativo de una certeza; “Vosotros creéis” genera alguna duda; “Ellos creen” sostiene que aquellos están errados seguro.

La auto – representación pasa inevitablemente a través de la imagen de “Nosotros” que nos viene dada por los otros. Por esto, para ensimismarnos, para reconocernos como un permanente Nosotros mismos, no basta con proclamarse únicos o múltiples por traducción o por invención de transcursos históricos (Hobsbawn), es necesario siempre confrontarse con un “outsider”: el Vosotros de los Otros y del Desconocido y el Ellos del Extranjero y del Extraterrestre.

Según el sociólogo Norbert Elías los pronombres no son sólo “piojos del pensamiento” – como escribía C.E. Gadda – sino también “figuraciones sociales”, o sea modelos semánticos que nos ayudan a escapar del Homo Clausus en cuanto implican regímenes muy diferentes de identificación, cada uno dotado de un propio valor cognitivo y emotivo.

El Vosotros, como el Nosotros, es personal y reversible en el punto de vista y de palabra, el Ellos en vez es impersonal. En consecuencia, cada pronombre comporta y asigna el tópico de sus propios lugares. Al Aquí del Nosotros corresponde el Allí del Vosotros – el próximo que nos toca y nos encuentra es el por Allá del Ellos – el distante del que estimamos irresponsable.

Entre el Nosotros y el Vosotros (ustedes!) la reversibilidad intersubjetiva y la presencia consienten la investidura de valor, o sea: el amor, el odio, el altruismo y el egoísmo; mientras que la impersonalidad de la relación con “Ellos” asegura la indiferencia. Se puede decir lo mismo de la instancia organizadora de la cronología: al “Ahora” que involucra a las comunidades colectivas (“Nosotros- Vosotros”) se opone al “Entonces” de un tiempo inconexo, neutro e irrelevante para nuestro accionar y sentir. Oposiciones categoriales a las que se agregan las diferencias de gradualidad, lo excesivo y lo insuficiente que Lèvi-Strauss llamaba “sistemas de reducción”: el demasiado y el no demasiado próximo o lejano entre los actores (su proxémica), en el espacio y en el tiempo.

2.

Esta identidad transitiva, que es una narración de acciones y pasiones, puede bloquearse y desarticularse delante al pathos inherente de la alteración y la alienación. Con los lugares de memoria, los discursos políticos oficiales y ciertos libros de historia, el Nosotros se vuelve privativo, se inventa tradiciones complacientes, se radica en lo autóctono nativo – termino griego (Eurípides!) para quien los hombres nacerían de “su” propia tierra (M. Detienne) y cultivan el culto de sus muertos y de la muerte (Dulce et decorum est…). Por esto el nacionalista, activo demiurgo, ha multiplicado cada género de signos y símbolos identitarios: diccionarios, gramáticas, textos e imaginarios – prontuarios de imágenes – mapas y banderas, emblemas y uniformes, mitos y ceremonias, himnos y monumentos (B. Anderson).

Pero así como el compatriota no es necesariamente un connacional, el anticolonialista no necesariamente es un autóctono Para oponerse al activismo chauvinista no basta calificar la fisionomía como eslabón faltante entre el hombre y el mono, como hacían los hebreos de Chassidim. Israel docet. El Mediterráneo tiene cementerios profundos. Contra los repertorios identitarios de este Nosotros privativo que niega o ignora el dialogo con el Alóctono – como lo llaman los holandeses – no bastan los buenos sentimientos, de lo que son notoriamente empedradas las vías del infierno.

Para aceptar al Otro, de modo que el Yo colectivo sea responsable y vulnerable – que el Me se vuelva un Se – no basta decirse patriota, que es “para”, mientras que el soberanista es “contra”. Ni limitarse a multiplicar los puntos exclamativos después de inoperantes y magnánimas apelaciones a los derechos del hombre, a la fraternidad, a la igualdad. A riesgo de confundir lo Mismo con Igual, o sea, lo Universal de los valores éticos y políticos con lo Uniforme mundializado de los consumos económicos culturales (F. Julien).

Las culturas, para la teoría, serían creaciones, recreaciones y negociaciones ininterrumpidas sobre los límites imaginarios entre Nosotros y los Otros. Todas las operaciones, descomposiciones y composiciones, se vuelven posibles en estos límites discordantes y compartidos: aperturas y cierres, concentraciones y expansiones, anexos y desprendimientos, filtros y mezclas. Claude Levi – Strauss distinguía entre culturas participativas o antropófagas que fagocitan al Otro en lo Autóctono – y culturas exclusivas y antropogénicas, que lo expulsan a lo Extranjero.

Agregamos a las culturas del encuentro, para las cuales las no personas del Ellos se trasforman en un autónomo pero recíproco Vosotros. Con el riesgo, destacado por Bauman, de “proteo fobia”, el temor no del Lejano Extraño, sino del Vosotros demasiado próximo pero tan distinto en su punto de vista que Georg Simmel reconocía en el hebreo europeo un extranjero interno.

3.

Apuntando a una “Universalidad lateral” (Merleau-Ponty) una vía practicable es aquella de penetrar una cultura a partir de otra, así como se aprende una lengua a partir de la propia lengua materna. Y hit et nunc, en el presente del ahora y en la presencia del aquí, qué hacer? Para no quedarse “Entre nosotros”, sino “Entre nosotros y los otros”, la identidad transitiva pide traducir las instancias del Nosotros en aquellas del Vosotros cerca (proximal), en el Ellos lejano (distal), en todas las lenguas (Traducciones) y en todos los sistemas de signos (Transducción y Transposición).

Para Eco, el autor de “Decir -casi- la misma cosa”, la lengua de Europa no es el inglés sino la traducción! Traducir es filtro y mezcla a la vez. Teniendo bien presente que las buenas traducciones no son sólo aquellas “fieles”, sino las imperfectas que enriquecen las lenguas y las culturas, de llegada y de partida, de “fuente” y de “destinación”. Como dicen los sociolingüistas: con los alófonos es necesario construir “cornisas de participación” e incrementar los “ajustes colaborativos situados” para obtener híbridos y criollizaciones (A. Duranti).

No hay lenguas humanas ni culturas radicalmente intraducibles. Es necesario entonces multiplicar los mediadores culturales, los pasadores lingüísticos, los diplomáticos atentos a significados recíprocos, todo cuanto favorezcan la duplicidad del encuentro, en todos los sentidos del término. No sin calcular las promiscuas incógnitas de la duplicidad: metecos y libertos pero también rehenes, exiliados, renegados, veteranos, infiltrados, agentes dobles, traidores e impostores – que nos ayudan a encontrar las distancias que nos separan de nosotros mismos. A partir de las respuestas que se suscitan, estas pueden volverse recursos para el cambio y la transformación (B. Uspenskij, P. Fabbri). Son ellos los operadores que han difundido aquella “lengua franca” que tuvo curso durante la corsaria yihad del Mediterráneo?

Pesimismo semántico del diagnóstico y optimismo pragmático de la solución? Es verdad que las traducciones, como la historia, son siempre posibles de reescribir, porque siempre cambian las lenguas en las que se practican, pero es justo la “imperfección de la traducción la que garantiza la vitalidad de las culturas” (J. Lotman). Y si hay un intraducible, un alien impersonal y perturbante, que el Nosotros solo puede hospedar y no logra ni asimilar ni expropiar o condenar al ostracismo (L.Preta), lo definirán, asintóticamente, los esfuerzos mismos del traducir, de mutar las alergias en sinergias, como en el ritual interactivo de la expulsión de los chivos expiatorios (R. Girard).

Cualquiera sea la identidad privativa de los supuestos autóctonos debe ser “desenganchada” » (débrayer) a cada momento transitorio y liminal. Para cambiar de lugar “el acento de sentido”, como dice Cassirer, se toma cada oportunidad; como aquella de Matera, Ciudad Europea de la Cultura.

Referencias Bibliograficas

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