La semiótica de Paolo Fabbri: simulacros y camuflajes

Universidad de Lima
Facultad de Comunicación

Asociación Peruana de Semiótica
Instituto Italiano de Cultura de Lima

Sala Ventana Indiscreta (Edificio E1, tercer piso)
Av. Javier Prado Este 4600
Santiago de Surco
Lima

11 y 12 de noviembre de 2014, de 18.00 a 22.00 horas

Seminario
La semiótica de Paolo Fabbri: simulacros y camuflajes
Simulacros y estrategias

El simulacro es un concepto, si bien presente en la sociología (Baudrillard), muy trabajado en la semiótica greimasiana. Desde el Diccionario II, se define simulacro (Landowski preparó esa definición) como la base de la intersubjetividad (un sujeto cree algo sobre otro sujeto), luego Fontanille y Greimas discuten también el simulacro como parte del estudio del universo patémico (Semiótica de las pasiones, México: Siglo XXI, 1994).

Las pasiones usualmente proponen supuestos cognitivos que adelantan comportamientos propios y ajenos. Y sobre esos supuestos (e incluso en contra de ellos) se proyectan acciones. Por ejemplo, la obstinación consiste en “hacer” y “seguir”, “a pesar de”. De aquí que la pasión además supone una interacción que Fabbri emparenta con la estrategia (citando a Clausewitz), sobre la cual se construye incluso la comunicación.

Todo simulacro realiza dos operaciones, una de autodefinición del sujeto individual o colectivo (“yo creo que soy”, “nosotros somos así”) y por lo tanto de construcción de identidad que se transforma en habitus, o estilo semiótico incluso de una nación o colectividad. La otra operación está en la comunicación. Toda comunicación es comunicación entre simulacros; finalmente cuando “decimos” algo, lo decimos “para alguien”, o mejor aún para nuestro simulacro de ese alguien.

Potencial enorme del concepto para estudiar tanto la paz como la guerra y la dimensión de conflicto en la vida cotidiana y cultural.

Camuflajes

El camuflaje es un tema clave para la semiótica, puesto que atañe a los sistemas de representación, pero también a la distorsión de la representación. Desde el Tratado de semiótica general (1975), Eco sostiene que el signo está hecho para mentir. Sin embargo, el camuflaje obliga a repensar la idea misma del signo. No se reduce a una problemática referencial (algo que está en lugar de otra cosa) o inferencial (si… entonces), y sobre todo, amplía el enfoque del concepto de producción sígnica.

Sin embargo, Fabbri piensa el camuflaje como un encanto echado sobre las cosas para que tengan un significado diferente del habitual. Por eso una de las estrategias básicas del camuflaje es la de desaparecer, de hacerse transparente o imperceptible. Como la transparencia de un pez sobre el fondo del agua. Un movimiento al que puede responder un contramovimiento: ciertas sepias gigantes son capaces de crear difracciones visuales para hacer resaltar los bordes de las siluetas de otros peces y restituir su volumen. En este ámbito se puede situar también el arte de ocultarse, cubrirse con diversos objetos recogidos del entorno.

De ese modo, el camuflaje es el lugar de una disidencia entre modalidades del poder y modalidades del deber. Y aunque el signo está hecho para permanecer secreto, también el rostro descubierto es una máscara.

Ingreso libre

Informes
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